La Tierra dispone de recursos limitados y el modelo económico actual no tiene en cuenta este factor. Los efectos del consumo irresponsable de recursos y la generación descontrolada de residuos cada vez son más visibles y se teme que en muchos casos tengan efectos ya irreversibles. El concepto de economía circular nace como respuesta a este problema y se basa en la observación del funcionamiento de la naturaleza. En el medio natural no existe el concepto de residuo. Lo que sobra a un ser, lo que sería un residuo, lo aprovecha otro, por lo tanto lo convierte en un recurso. La economía circular se basa en la idea de que el consumo de recursos no sea más rápido que la capacidad del planeta de generarlos. Para que esto sea posible es imprescindible dejar de generar residuos, los tenemos que aprovechar todos como recursos. Tal y como hace la naturaleza, lo que sobra a uno debe ser un recurso para otro.
Este concepto es especialmente importante en el sector de la edificación, para que extraen una gran cantidad de recursos, se transforman, se utilizan y, cuando ha terminado su vida útil, se tiran y por lo tanto se convierten en residuos.
A nivel europeo los edificios son responsables de:
Un arquitecto o un arquitecto técnico que haga de prescriptor de materiales tiene la posibilidad de cambiar sustancialmente el impacto ambiental de la construcción o rehabilitación de un edificio en función de los productos que elija y las decisiones de diseño.
Se deben entender los edificios como bancos de materiales. Debemos procurar aprovechar todo lo posible de los edificios existentes que terminan su vida útil, y tenemos que diseñar los edificios nuevos de manera que al final de su vida útil se puedan aprovechar bien sus componentes.
El proceso de elección de productos y soluciones constructivas debería ser el siguiente:
Conceptualmente lo mejor que podemos hacer es utilizar productos que ya no tengan uso, normalmente provenientes de la deconstrucción de un edificio. Podemos encontrar algunos productos adecuados para su reutilización, pero hoy en día es impensable construir un edificio entero con productos reutilizados. Aparte de la poca cultura de reutilización que hay también hay que tener en cuenta que la legislación vigente exige muchas garantías documentales a los productos que se utilizan en obra.
Si estamos utilizando productos nuevos para la construcción, estos deberían tener el mínimo impacto ambiental posible, deberían tener una larga durabilidad y deberían permitir la construcción en seco, de manera que sea más fácil separarlos y reutilizarlos cuando termine la vida útil del edificio.
A veces se habla del reciclaje como una solución mágica para eliminar residuos, pero la realidad es que no todo el reciclaje es viable. Por ejemplo si tenemos una pared hecha de ladrillo cerámico, mortero, yeso, pintura y poliuretano proyectado en la cámara de aire resultaría demasiado complejo hacer un buen reciclaje. En cambio si la pared está hecha de paneles de madera y aislamiento de fibras de madera, por ejemplo, será muy sencilla de reciclar.
Los fabricantes han de optimizar procesos, elegir suministradores con criterios ambientales y poner en práctica principios del ecodiseño para reducir en lo posible el impacto ambiental de los productos que ofrecen. Será un factor clave para su competitividad futura.
Los productos deben tener el máximo de información disponible. Los técnicos deben poder escoger los productos que utilizan basándose en información objetiva y fiable. Aquí entrarían los conceptos del pasaporte de materiales, donde se especifica de forma precisa la composición del material, o las Declaraciones Ambientales de Productos, donde se especifican los impactos ambientales del producto.
Tiene que haber una relación lógica entre durabilidad e impacto ambiental de un producto. Un producto de baja durabilidad y bajo impacto ambiental puede ser acertado, aunque normalmente optaremos por productos de gran durabilidad. Además los productos también se han de pensar para que sean fáciles de reutilizar.
Aceptar la devolución de productos reutilizables o los residuos generados tras el uso de los productos, asumiendo así la gestión y responsabilidad financiera de estas actividades.
Los usuarios juegan un papel importante en el impacto ambiental de los edificios y pueden ser agentes clave para la circularidad de la economía. Los esfuerzos de los fabricantes o los conocimientos de los técnicos pueden resultar inútiles si no hay una cierta concienciación por parte de los usuarios, que al final son los que deciden cómo se utiliza el edificio, qué mantenimiento se hace, qué recursos entran y salen durante su vida útil, etc.
La forma de utilizar o gestionar los edificios depende en gran parte de los usuarios y por lo tanto tienen una relevancia capital en el consumo de recursos que tendrá el edificio durante su vida útil. Hay que estar informado de cuál es la mejor manera de utilizar el edificio para reducir los consumos de energía y agua.
El buen mantenimiento de un edificio es clave para alargar su vida útil. Aunque el mantenimiento lo realizan los profesionales de la edificación, los edificios no tienen un buen mantenimiento si los propietarios no lo consideran prioritario. Teniendo en cuenta que un buen mantenimiento no sólo reduce el impacto ambiental del edificio sino que también permite ahorrar dinero a largo plazo, debería ser muy habitual la presencia del técnico de cabecera, que es la persona encargada de la gestión del mantenimiento los edificios.
Hay una tendencia en decoración que se basa en la reutilización, dar una nueva vida a productos que de otro modo habrían acabado en el vertedero. Estéticamente es muy interesante y puede ser una actividad lúdica muy entretenida si nos dedicamos nosotros mismos a convertir productos obsoletos en productos para el hogar.